
La abuela nunca había entendido las aficiones del resto de personas. Recuerdo que en el edificio de enfrente había un joven que se pasaba tardes enteras intentando tocar la trompeta, emitiendo sonidos estridentes a causa de su falta de experiencia. Andrew Fritz, pues así se llamaba, venía de una familia americana que poseía numerosas propiedades en Virginia, gracias a un próspero negocio de muebles que el bisabuelo de Andrew había establecido en su juventud. Sin embargo, Andrew resultó ser un joven poco convencional para su entorno, y siguiendo los ideales que algunos libros europeos le habían incitado a adoptar, se marchó a París en busca de una vida bohemia, alejado del consumismo americano. El caso es que se emperró en aprender a tocar la trompeta partiendo de piezas complicadas sin tener previos conocimientos en la materia, empeñado en que algún día lo conseguiría a base de un estricto horario. Así pues, desde las tres de la tarde hasta las siete de la noche, siempre se escuchaba un infructuoso intento del Concierto de Brandenburgo.
-No desearía otra cosa en el mundo que se le cayesen los dedos en trozos y que los labios se le quedasen atrancados en esa trompeta del diablo –solía comentar la abuela, recostada en su viejo sillón de ante con estampado floral y ganchillo en los bordes.
Yo, empero, admiraba el tesón con el que Andrew continuaba intentándolo sin inmutarse, tarde tras tarde, como esperando que un día, por casualidad, sus pulmones y sus dedos se amoldasen a los requisitos del instrumento, y ejecutasen la pieza con la misma naturalidad con la que uno se rasca cuando le pica alguna parte del cuerpo. Pero ese día jamás llegó, y dio la casualidad de que años más tarde me lo encontré en el metro de París, con un cartón mojado en el que podía leerse a duras penas que necesitaba dinero para comer. Lamenté mucho lo suyo, de veras que sí. Hizo que me diese cuenta de que no todos los sueños pueden lograrse por mucho que se persigan.
Aquí va otro fragmento de "Corazones con Alzheimer". En principio no tengo previsto publicarla por completo, sino sólo pequeños trozos de la misma. Éste en concreto tiene algo de autobiográfico: al lado de mi casa también hay un "Andrew Fritz". Quién sabe si me decidiré por enviarla a las editoriales algún día. De momento me conformo con vuestras alentadoras opiniones, que son más que suficientes :) La semana que viene comienzo la universidad, así que no sé si podré actualizar con tanta frecuencia. ¡Pasad un bonito septiembre!