A veces las lágrimas acudían al auxilio
de un papel que yo no quería interpretar. Y comenzaba con pequeños espasmos
regulares, un preludio de llanto algo torpe y humano, que enredaba la realidad
como una madeja roja de lana. La noche era fresca y azul y la ventana estaba vacía
como una tabla de granito. Me pareció inútil que mis lágrimas supiesen a sal,
porque deberían haber sido dulces como el praliné, ya que a nadie le amarga un
dulce. Y pensé en toda aquella gente que ya había escuchado antes esa canción y
que ya había leído esas mismas líneas. Pensé que habría estado bien hablar con
todos ellos, porque había gente fantástica ahí fuera, solo que se escondían
tras obras de arte donde había cabida para todos ellos. Porque estaban ahí,
respirando, y tenían nombres y vidas que les pertenecían, pero pocas veces me
paraba a pensar en ellos.
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Para todos aquellos atraídos por el mundo de la traducción y de los idiomas, acabo de abrir un blog relacionado con ambos temas:
¡Os deseo un feliz comienzo del verano!