Y tú eras mi Norte. Ahora tengo una brújula inservible y estropeada, que no sabe hacia dónde mirar.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Northern sky
Y tú eras mi Norte. Ahora tengo una brújula inservible y estropeada, que no sabe hacia dónde mirar.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Seaside
Y hace frío, demasiado frío como para girar la vista y pronunciar un solo adiós con el reflejo de las pupilas al navío descarrilado de las vías ferroviarias del océano.
Te has chocado con mi propia bahía de imprevisto y sopetón, y aun así, creo que ni siquiera sería capaz de decirte un simple adiós.
viernes, 27 de noviembre de 2009
El cielo se ha incendiado
-¿Y? Hace frío, y es lo que importa.
-No, porque al frío no se le palpa, sino que simplemente se siente. Así que no podemos fotografiar escenas con la nieve en la ropa de lana, ni con copos enzarzados en el pelo –le respondí mientras jugaba con la manga del pulóver.
-Vaya. Pues fíjate que ahora mismo huelo el frío por todas partes, y la sensación de que está a punto de nevar pero que en el fondo sabes que jamás va a hacerlo.
-¿Y es acaso eso bonito? –inquirí.
-Mucho. Porque el día que nieve, será la primera vez, y las primeras veces no suelen ser las mejores, pero en este caso creo que se hará una excepción. Y si no lo hace, pues nos habremos quedado con la ilusión de que iba a hacerlo algún día, cosa que si ocurre siempre, se da por sentada. ¿A ti te gustan las cosas que se dan por sentadas?
-No, casi nada.
-Ya, a mí tampoco. A nadie le gustan las cosas que se dan por sentadas. No tienen valor alguno.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Comptine d'un autre été
Pero, ¿sabes qué es lo mejor de ese tipo de personas que sonríen en cuanto las miras? Que mientras el resto de mortales caminan hacia alguna y a la vez ninguna parte, entre los rostros grises de la globalización, entre las marañas de humo de toda esta constante evolución y los gritos ahogados que se perpetuan por los nuevos casos de depresión, ellos van maravillándose con cada hoja de árbol caído, con el reflejo de sus sonrisas en el cristal del metro y la sensación del frío cortándoles los labios. Porque viven, desgajan cada segundo para exprimirlo al cien por cien, para tomarse de un trago el vaso de zumo y sentirse rebosantes de ganas de comerse el mundo y endulzarse de vitamina C.
viernes, 30 de octubre de 2009
Se me detiene
Nunca se paraba a retractarse en un pasado desgastado, ya que era de aquellos que dolían por el simple hecho de que permanecieran en el subconsciente. Como mucho, le solía plantar cara de refilón, sin llegar a rozarlo, manteniéndolo en un plano borroso para no apreciar los detalles en su totalidad.
Captaba las infidelidades al vuelo. Las mentiras provenientes de los labios de Jack se desnudaban paulatinamente, frente a ella, como señoritas de cabaret –sólo que sin prendas de encaje-. Yacían bajo sus pies, yertas y carentes de toda credibilidad, hasta que un día él volvía con la sonrisa Binaca y una chocolatina suiza.
Respiraba por la boca para degustar cada bocanada con las papilas gustativas, y solía terminar con un catarro que le impedía oler el aroma a cítricos.
Solía sentarse en la última fila de asientos del autobús. Había un chicle pegado en el respaldo delantero, pero la posición le permitía un mejor campo de visión cuando él cruzaba el paso de peatones en el momento exacto en el que el color del semáforo se tornaba rojo y se cortaba la circulación de tráfico. Lo que el conductor no sabía es que, aparte de este tipo de circulación, a la chica de uñas escarlatas se le detenía la sanguínea, así como el latir del corazón.
sábado, 17 de octubre de 2009
Incomunicación
Entonces le haces un pulso a la gravedad, y saltas. Flexionando las rodillas de forma sobrehumana, retractándote sobre tu propio peso para luego estirarlas y que tracen las tibias una línea perpendicular al suelo. Saltas porque pretendes llegar lo más alto posible, porque intentas coger cobertura en el cielo, en la bóveda celeste donde los sueños parecen un poco menos imposibles y quiméricos. Estás hasta las narices de las llamadas perdidas al corazón, de ésas en las que suena el buzón de la compañía de la incomprensión, pues ni siquiera eres capaz de comprender por qué no puedes entregarte a alguien como es debido.
Y es la incapacidad de hacerlo, las promesas fragmentadas, el deseo insano de comportarte como antaño, de acabar con todo esto y reemprender algo que te llene tanto como para sobresalir por encima de tu individualismo, lo que consigue que termines por empeorar la situación.
Decides que las excusas son demasiado sugestivas como para dejarlas pasar, y que tu saldo comienza hacer estragos, así que pierdes el orden de las prioridades, limitándote a que el tiempo se derroche a merced del viento.
sábado, 10 de octubre de 2009
Se me/nos escapa
Hoy quería saber si hacerle el amor habría sido tan bonito como lo pintaba en mi imaginación, o si la lluvia se calaba hasta los huesos cuando te encuentras a la intemperie con la mirada fija en las gotas, siendo consciente de que cada una de ellas no es más que algunas de las personas que han pasado por la Tierra. Por eso no llueve siempre, y hay veces que cuando tiene lugar un diluvio, no es más que una representación metafórica de alguna guerra o epidemia.
Así se visualiza mejor, poniendo al césped al mismo rango que a la muerte. Y al morir, uno pierde la vida.
Nunca entendí el término de perder la vida. ¿Acaso ésta se iba volando, o se nos escurría entre los dedos? En todo caso, a uno no se le pierde nada al encontrarse en el otro lado, pues las acciones verbales sólo se las podíamos atribuir a seres animados, y no es el caso de un cadáver. A los muertos no se les pierde nada, ¿o sí?
Se llevan cada uno de los recuerdos que han palpado en propias carnes, cada sonrisa indiscreta que le han dedicado en medio del gentío –por muy estúpida que sea-, cada “buenas noches” que adormece los sentidos, y un millón y medio de cosas más.
Creo que es mejor perdernos en vida, que perderla en sí. De hecho, ya lo hago cada vez que pretendo mirarte concentrándome en el reflejo de tus pupilas, o cada vez que cruzo la línea del cuello de tu camiseta.
sábado, 26 de septiembre de 2009
Besos de cloro
Luego sientes un desgarro y un abrasamiento intenso. Al poco rato, nada.
Aun y con todo, creo que es una de las mejores muertes que podría experimentar.
Cerraría los ojos con fuerza, tratando de imaginar que tengo delante de mí las franjas policromadas del arco iris de tu mirada. Porque creo que no hay nada mejor que una parada cardíaca en compañía, ya que al menos se escucharía el latir de otro corazón, que sustituiría de alguna forma la palpitación que acaba de desfallecer. Y entonces me cogerías con ambos brazos sin la oposición de la gravedad, sosteniendo mi cuerpo inerte en contacto con tu piel. Quizás no sea una décima parte de lo bonito que habría sido si nuestras miradas se entrelazasen, pero eso resta importancia cuando lo realmente maravilloso es que los besos con cloro están totalmente desinfectados, y a una le llegan tan limpios que se muere por llegar a la parte de los juegos sucios.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Desiderativa
Quise observar a la sangre por el antebrazo realizar un río de vino tinto. Habría sido, sin duda, un duro golpe para aquel humor circulatorio. Y para ti, supongo que para ti también.
Después de haber pasado el verano bajo el dobladillo de tu pantalón, permanecer con la idea insana de que es preferible la autoflagelación a contarte mis problemas me parece algo estúpido y sin miramiento.
Pero no soy capaz de decirte las cosas sin una jerga desprovista de sentimiento alguno, al menos no por escrito. Creo que es por eso por lo que cada línea que redacto parece más gélida de lo que es en realidad, y ni siquiera tú te molestas en derretirlas con el vaho de tu respirar. ¿Qué ocurre si tan sólo suspiro en caligrafía un quedo “te quiero”? Que me sabe a tan poco, indefenso sobre la hoja de escritura, desnudo sin el calor de la voz y de los sinónimos aglomerados, que lo dejo por imposible. Así que lo encontramos tan congelado que uno es incapaz de alegar que no le transmite nada, pues el hielo al menos llega un momento que quema. Y cuando hablan de ti, los monemas por sí solos llegan a ser abrasivos.
Aunque, sinceramente, soy preferible tras esto que en persona. Cara a cara, con las miradas enzarzadas; ahí sí que no mantengo relación con nada de lo que soy.
De comportamientos absurdos me sé unos cuantos, ya que los practico si el clima y tu paciencia me lo permiten. La diferencia reside en que el otoño siempre regresa, lo quieras o no, pero el altruismo va restándose con el paso del tiempo. Sin embargo, continúo como siempre. Veo el alejamiento a la vuelta de la esquina, y no quiero cambiar un ápice de mi egoísmo. A lo mejor es de ser idiotas, que luego una se arrepiente hasta la médula –no te lo voy a negar-.
Quizás algún día nos reencontremos en el kilómetro cero; cuando me haya quitado la tontería de los quince, los prejuicios por la superficialidad, la reclusión sobre una misma, las crisis sin explicación y la necesidad de observarte con curiosidad desde el otro lado de la acera, mientras los besos tienen una receptora distinta. Y quizás para entonces todavía siga resultando tan anodina como antaño, tú me mirarás con pupilas de café al comunicarme que todavía sientes algo, y solamente quizás reanudaremos la cuenta por donde la habíamos dejado.
domingo, 13 de septiembre de 2009
Eisberg
Pero yo creo, al menos esa es a la conclusión que he llegado después de tardes intentando descifrar por qué sigues siendo la incógnita de la ecuación de mi vida, que eres un iceberg. Y no sólo porque eres tan gélido como el hielo, o porque de algún modo, también tienes un comportamiento muy próximo a lo dulce (cuando quieres); sino porque estás polarizado. Todo esto, eléctricamente hablando, por supuesto. Nos fundamentamos en un juego de atracción y de repulsión que puede llegar a límites extremos, por lo que de vez en cuando quebrantas mis sentimientos de cristal. Es cierto en parte, que sueles mostrar tan sólo un 10% de ti en la superficie, y que el 90% tiendes a sumergirlo en el fondo, para que nadie lo encuentre en un descuido. A mí, empero, me vuelve loca la búsqueda del tesoro, sobre todo si se trata de un cofre escondido en los arrecifes de tus entrañas.
Y dirás: “Podrías haberme comparado con un imán, y ahorrarte todo el rollo”. Quizás tengas razón, pero prefiero seguir pensando que eres algo más que un cacho de metal imantado.
martes, 8 de septiembre de 2009
Y eso que fumar puede matar
Había tanta oscuridad que apenas podía observar tu silueta como cuando suelo hacerlo los jueves al mediodía. Como cuando entro en la habitación y estás sobre la cama. Tus piernas cuelgan despreocupadamente mientras van rozando el edredón en movimientos oscilantes, tienes la mirada perdida en la mesilla de noche, y la lluvia comienza a repiquetear en el alféizar de tus pestañas. Pero no lloras como un niño lo hace al caerse al suelo empedrado, o como un llanto que se lanza al aire por la pérdida de un ser humano. Lo haces escandalosamente, como si te fuera la vida en ello, como si en ese mismo instante pasara sonoramente el tren abarrotado, con los pasajeros sin tiempo a contemplarte. Siempre fui una de aquellas pasajeras que hacían oídos sordos y la vista gorda.
Y así es como nadie se da cuenta de que no estás derramando lágrimas, sino apagando el fieltro encendido de un cigarro vital. Porque pretendes acabar con el fuego antes de que te encuentres con que tu vida ya no es ningún bosque, sino un amasijo de cenizas apiladas.
domingo, 30 de agosto de 2009
Mono de otoño
Aun así, seguía adorando los climas fríos y el otoño. Sobre todo el otoño.
lunes, 24 de agosto de 2009
Notas en sepia
-Parece que ya te he empalagado lo suficiente con todas las sonatas y adagios que conozco –suspiró, mientras sonreía somnolienta-. ¿Sabes? Me alegro de que te dejaras fotografiar el día de tu cumpleaños. No me gustaría tener que basarme en mi capacidad humana, débil e inservible para salvaguardar cada rasgo que divisé en tu rostro, manteniendo el encanto superfluo que emanaba tu figura.
Colocó bien el portarretratos, por lo que éste ocupó un lugar más cercano a la joven.
-¡No me mires así! No es malo recordarte, eres el único que me tiene por artista y el que está incluido en mi mundo, junto al piano y al café de los sábados.
Silencio.
-Tranquilo, todavía estoy en la fase de provocar la misericordia en el resto de personas, aún no me tachan de lunática –no pudo menos que sonreír, a pesar de que diera más razón de peso al adjetivo mencionado-. Pero ellos no lo saben, cariño. Los chillidos me están ahogando poco a poco el subconsciente, aunque tú ya me lanzaste al agua hace tiempo.
Se pasó la manga del camisón por la nariz.
-Y ellos tampoco lo entienden. Lo peor de todo no fue que te marcharas, sino que me dejaras atrás.
martes, 18 de agosto de 2009
No temas
Pero todo el mundo sabe que la Nada es más temible que el Algo. ¡Demonios! Yo sé cómo acabar de un puntapié en la espinilla con ese tal Algo, pero… ¿qué hay de esa tal Nada? ¿Acaso posee trasero alguno, corazón que pueda dejar de latir, dedos meñiques para golpear contra los muebles? ¡No! No, y mil veces no. Nos enfrentamos a algo de lo que no estamos seguros, ni siquiera se trata del mismísimo aire, pues éste ya está compuesto por unos gases. Así que el terror nos anuda por dentro, haciendo un jersey con los intestinos, y nos remontamos al hecho de no hacer nada por si, por alguna remota casualidad, pasara algo.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Lecciones diarias
Daniela también estuvo por Annecy unos días (salió del cuarto de baño que la oxidaba), y no me quedó más remedio que guardar por escrito la segunda de sus experiencias que tuvieron lugar en un recodo de mi imaginación.
Y he aquí el resultado.
Daniela estaba convencida de que la longitud de los días estaba proporcionalmente relacionada con el número de cosas aprendidas. Véase, por ejemplo, aquella tarde de mediados de agosto -a orillas del lago de Annecy-.
A las ocho, cuando ya había amanecido por completo y la humedad se palpaba hasta en los calcetines color chocolate, metió con precaución la punta del dedo en el lago. Y allá estaba, una hora más de mañana. Porque asimiló que su agua estaba fría cuando los rayos de Sol todavía no incidían con fuerza, y que aquel era uno de los lagos más limpios de Europa –casi tan limpio como las mejillas oxigenadas de Adeline-.
El día apenas se alargó cuando comprendió que, al ser ya las siete de la tarde, tratándose de un quince de mediados de agosto, nadie más acudiría a comprobar si el agua seguía fría o si se había calentado apenas dos grados más. Y eso la deprimió algo, por lo que decidió volver al día siguiente, el cual se prolongaría todavía más que el anterior.
domingo, 2 de agosto de 2009
Un premio y un hasta luego
sábado, 25 de julio de 2009
Latidos fibrilantes
Palpitaré como si de un aleteo de colibrí se tratase, por si alguna vez tu corazón comienza a fibrilar. Lo haré de sopetón, para llenarte las venas hasta su tope de capacidad, y encenderte por pura fricción de caricias intermitentes.
También suele ser viernes. Siempre es viernes, por supuesto. Y tenemos todo el fin de semana para matarnos a pulsaciones constantes; porque, no sé si lo sabías, pero un corazón jamás deja de latir. Por mucho que la gente se esmere en congelarlo, en mantenerlo en el refrigerador; porque dicen que si no, se les estropea en contacto con el aire. En cambio, a mí me pierde el respirarte hasta astillarme las costillas.
sábado, 18 de julio de 2009
Plastificación bibliotecaria
Porque a una le tienta aquella plastificación doblegada hacia el interior de las páginas, como si ellas mismas te marcaran un pequeño puente para degustar el olor a rancio que desprenden. Buscaba uno de tapas amarillas, de un limón ácido a ser posible. Por supuesto, debía de estar escrito en francés. Yo desconozco el idioma, a pesar de residir más de cinco años en París, pero el simple hecho de navegar en letras franchutes, ya merecía la pena. Porque, a pesar de no entender nada, quizás me ayude a comprender un poco mejor el hecho de que no pueda cruzar tu umbral así como así, pues no hay bordes asfaltados que me inciten a llamar a tu timbre sin que las falanges me tiriten por puro terror infundado.
martes, 14 de julio de 2009
Anemia cálcica
Aproximadamente serían las cinco y veinte, un cuatro de julio. Hice como siempre, supongo, me llené el vaso de leche hasta la mitad –ni más ni menos, por aquello del recipiente medio vacío-. Y digo siempre porque el cielo seguía tan desamparado, sin una sola nube de algodón en la que respaldarse. Continuaba estando pintado por matices desaturados, igual de melancólica y vetusta que el mármol de la cocina.
Con una soledad palpable, constituida por piezas completamente macizas y bien aglomeradas, que una no podía dejar de sentirse desguarnecida aunque estuviera en compañía de las polillas que colonizaban el pulóver turquesa. Empero, si pudiera haber algo que me sacara de mis propias pesquisas lácteas –como pudiera ser el intentar calcular el número de burbujas en la superficie de todo aquel amasijo cálcico-, sería sin duda una gota de la misma leche que formara un exiguo rastro encima de mi labio superior, y semeje un segundo belfo blanquecino, para así presumir de tener otra superficie que pudiera ser besada por un caballero que pintara con crayones de colores el lienzo blanco y virgen.
viernes, 3 de julio de 2009
Vuelve, regresa a mí
Como el mar era vino rojo, tiré a probarlo y me emborraché con salitre y peces cirujano que me extirparon el tumor de azúcar que llevaba desde los cinco años. Porque a todos nos meten un saco entero en el cerebro cuando nacemos, y con el tiempo va empapando la masa encefálica, cubriendo los hemisferios de cuentos fantásticos y quiméricos con finales empalagosos. A algunos se les pasa rápidamente gracias a una glándula que segrega amargura y realidad, hasta que consiguen desterrar todo gránulo azucarado.
A mí aún me queda dulzor para rato, así que…
Sweet tangerine, will you please come back to me?
miércoles, 1 de julio de 2009
Un pedacito de mí
1. Soy una caprichosa empedernida. Cuando quiero algo, lo quiero en el momento, ipsofacto. Sé que es un comportamiento estúpido como el que más, pero es algo inevitable que me cuesta controlar horrores.
2. Tengo mucho aprecio por las canciones de Ron Pope, a pesar de no compartir su religiosidad y amor por Virginia (más que nada porque no he estado, que si no seguramente lo tendría).
3. No hay nada que me satisfaga más que pasarme una tarde entera deleitando las palabras de la señorita Austen, soñando con que recorro los parajes de Chamonix o abrazando a Teddy tan fuerte que se le sale el algodón por los ojos.
4. Sufro trastornos normales de la edad. Algunos me dicen que estoy loca por ello, pero no soporto que la gente se intente calificar de especial por el hecho de pasarse más de la mitad del día llorando. Admito que soy demasiado sensible, a pesar de no encontrarme del todo mal, las lágrimas se me desbordan por los ojos con suma facilidad. Además, enseguida me pongo a sofocarme y no puedo ni hablar con normalidad.
5. Muchas veces me obsesiono con que puedo dar más de mí y que me limito a lo mínimo. Por ello me considero demasiado perfeccionista, pero muy patosa. Lo mismo voy por la calle y me tropiezo con una piedra que sobresalga un poco.
6. La timidez me puede, aunque cuando me sacas un tema que me interesa y me he soltado un poco, no paro de hablar. Me gusta analizar a las personas antes de entablar conversaciones con ellas, por eso pienso que es preferible escuchar.
7. No tengo ningún hábito insano. No me gusta ni el alcohol, ni el tabaco, ni salgo por la noche –a pesar de que esto no sea insano-. Si alguna vez salgo, a las ocho menos cuarto tengo que estar en casa.
viernes, 26 de junio de 2009
Pompas de canela
Entonces soplas. Tiras todo el viento en forma de irisaciones y fulgores que van volando por encima de tu cabeza. Levantas la vista para contemplar cómo la mayoría se alejan, y cómo otras perecen en el intento de llegar a la exosfera. Y en cada una de ellas había un grito, un etéreo hálito de esperanza confinado en cada pompa de jabón, para comunicarle a las nubes que te sentías demasiado llena de aire, de omnisciencia sempiterna, y que llegaría un día que simplemente serías sustancias volátiles con olor a canela.
domingo, 21 de junio de 2009
Transplante pulmonar
Sigo entre las sábanas asépticas de la inconsciencia, que me arropan con el permanente deseo de no volver a verte aparecer. Por eso no te comuniqué lo de mi enfermedad; porque, al fin y al cabo, cuando tu autómata figura es identificada, se me altera algo allá dentro, por la calle intestinal, donde hacen un nudo Windsor que me acongoja por completo. Me toco el abdomen, por si acaso noto algún revoloteo o agitar de alas pertenecientes a algún insecto. Pero me topo con que no hay nada, no se mueve ni una célula. Todas estáticas, sin realizar ninguna función que haga que entre en calor, provocándome una pulmonía crónica que no se cura desde finales de enero.
El diafragma se me vuelve de gelatina de fresa, el vaho se comprime en algún recoveco de mi garganta y la temperatura va descendiendo violentamente, hasta que tú sueltas algún gesto con la cabeza –como intentando golpear un balón imaginario-, y toso con fuerza. Mi organismo intenta expulsarte de alguna manera, se suceden las contracciones espasmódicas repentinas, la liberación descontrolada de todo el aire que sabe a tu presencia y el agotamiento final, que consigue que me dé por vencida, y que termine respondiéndote con una leve sonrisa blanca, por si lo interpretas como una retirada a tiempo en la batalla que se disputa en mis pulmones.
miércoles, 17 de junio de 2009
Básicamente lo mismo
Y, cariño, recuerda que me estás matando. Matar… Sí, bueno, aniquilando. Jane también me va descomponiendo poco a poco, y el señorito Lefroy se las trae. Él era un capullo, ciertamente. Un zoquete sin escrúpulos que no conocía los límites del decoro, un flamante-sonrisas que te deja con el labio inferior pegado al parqué. Ella se refugió en el consuelo de las palabras, y yo… ¿a qué me agarro? Al dolor de los párpados, el que se tiende sobre las arrugas de los recuerdos, y que chorrea por las pestañas hasta que sigue su trayectoria por la mejilla. Me acomodo a él, me agarro al pensamiento de que existe, y entonces se convierte en costumbre; y las costumbres no duelen, así que es la monotonía quien pesa más que el dolor. Se cae en la cuenta de que se trata de básicamente lo mismo, el mismo daño desde distintas perspectivas.
jueves, 11 de junio de 2009
¡Colonicemos el protectorado bipolar!
Sabía que cada día era un boquete más en mi propio muro de Berlín, mi bipolaridad iba traspasando las fronteras que éste cercaba cuando apenas sabía contar hasta tres, y hoy está más roto que mi propia sensatez.
Amanezco entre la inmundicia de cualquier pecado capital, con la ceguera de una noche de tajada sugestiva, completamente desnuda por fuera –como si me hubieran derretido los harapos a escupitajos-. Y no te quedaba nada más que arrebatarme la poca dignidad que mantenía sujeta entre las piernas, juntando las rodillas tan fuerte, que en cualquier momento se me iban a formar dos senderos acabados en uno solo.
Pero yo no soy enfermiza y débil, ¿sabes? Sólo que mi perdición son los bombones de praliné con trocitos de almendra incrustados, y para mí el mundo es como una inmensa chocolatería belga. Quiero probarlo todo, saciarme hasta coger un empacho y una saturación de cacao. Pero luego siempre acabo volviendo a ti, mi pequeño caramelo de limón. Al principio eres algo ácido, pero después te amoldas a la forma de mi lengua, y eres bálsamo para toda costra y pústula que hay en ella.
P.D: Betzabé, no puedo comentar en tu blog, no me deja. Pero gracias por haberme nombrado en la preciosa actualización, pequeña :)
lunes, 8 de junio de 2009
Fotografías desde el cielo de canela
Tú brincabas por cada vertiente rocoso, incluso aquéllos cubiertos por papeles cebolla de color verde oscuro –o comúnmente llamado musgo-. Ibas demasiado deprisa, a mí el viento me comenzaba a cortar hasta el sudor que perlaba de mi frente. Y susurraste: “No nos alcanzarán. Nadie es capaz de fotografiar el horizonte. Así que no nos alcanzarán.” Pensé que tú eras uno de aquellos ángeles sin alas, que un día se cayeron por casualidad de la exosfera, donde la codicia terrenal no lograba siquiera a tocarte los dedos de los pies. Pero te largabas, volabas demasiado alto como para que los pequeños querubines pudieran siquiera poder vislumbrar el aleteo de tus pestañas.
Hacía un frío de mil demonios que resquebrajaba las costillas y te imponía un miedo a respirar. Podía percibir la canela, incluso el débil rastro de las mandarinas, aunque esta vez no había jardín de atrás.
martes, 2 de junio de 2009
Ruina sin acorazar
Le dijeron que se largara a Chamonix por unos cuantos días, donde el aire es claro y diáfano incluso cuando estás en el fondo marino de tu estado de ánimo. Pero ella no quiere, pues no se encuentra a sí misma. Se abraza muy fuerte, al lado de la alfombrilla azul cerúleo, intentando tocarse con la punta de los dedos la mano contraria, pero las falanges se le empequeñecen, y todo acaba siendo una burda escena de circo, digna de un largometraje humorístico, una tira satírica o de una cita de Groucho Marx.
Ahora se sigue buscando en el espejo desgastado y añoso, moteado por gotitas de agua a rebosar de cal, con ayuda de las polillas zurdas que se comen al propio cuadro de su imagen, el cual le impide ver más allá.
sábado, 30 de mayo de 2009
Puntitos de luz que resultaron ser farolas
Pero antes de todo –es un paso primordial-, debo de preparar todo en un pequeño saco rojo (ya sea en un viaje marítimo o nebular). El bote de mermelada de naranja amarga, con la tapa a cuadrados rojos y blancos, que deja el regusto acre por los bordes de la misma. También viene conmigo el pequeño osito aviador, con su chupa de cuero, y el gorrito agujereado para que sus orejas puedan respirar con normalidad. Proviene del aeropuerto de Londres, y sabe de qué va la cosa cuando se trata de volar. Las semanas que toca hundimiento, le presto medio pulmón; y él me sonríe, mientras los arrecifes se reflejan en las pequeñas bolitas de ébano que tiene incrustadas en el rostro.
Yo sé que es de idiotas, la gente piensa que estoy para que me encierren –lo cual no comprendo, pues ya estoy encerrada-. También soy un monstruo y algunas cosas que Teddy me ha prohibido terminantemente nombrar. Pero él aún no me odia, y eso es un punto a favor.
lunes, 25 de mayo de 2009
Sin dueño y sin reino
Mantuvimos una conversación de éstas que no llevan a ninguna parte, indagando en la política del país e intentando definir el grisáceo color de tu iris.
Estábamos atados a esa vulgarización que se perpetuaba día a día, y acabé aborreciéndote al cabo de tres noches. Fui abriéndome paso entre tus quejidos, aspirando el aire con pelusas de mis anteriores amoríos, expulsándolo mediante pequeñas bocanadas, ahogándome entre ese gustazo de no ser nadie por no tener complemento alguno.
Se pasó rápido, pronto volví a saborear con deleite la amargura de ir yendo por las calles con la mirada perdida, pudiendo pararme donde me daba la santísima y real gana; además de ir contando las baldosas amarillas que recorría cada domingo libre, cuando mi corazón está tan vacío, que a una la hace sentir llena.
lunes, 18 de mayo de 2009
De la bañera al colchón
Contacto físico experimental.
Algo que llene tanto como para saciar la sed que tengo de conquistar fronteras intransitables de los circunflejos de tu espalda, navegación por el dorso de tu mano forjada en vaselina desgastada, recorrer con minuciosidad la zona de tu cintura mientras me retracto en la posibilidad de hacer descenso por los recodos de tu columna. Pero las manos se me empequeñecen, tu cuerpo se vuelve demasiado intocable para las yemas tan sucias que la genética me ha dado y me abrazo a mí misma por miedo a volverme loca sin el acercamiento de algo menos frío que la mampara de la bañera.
Agarro con fuerza el agua, intentando pellizcarla una y otra vez. Hasta que consiento que ella se resbale por mi cadera, y se pierda con el resto, para que al menos ella disfrute de la compañía que se merece.
No quiero resignarme a la idea de que no existes, de que lo único que nos queda es tu recuerdo y unas fotos en blanco y negro por tu amor a la saturación. “Qué idiota”, pensarás. Y te entiendo, porque a mí me dice alguien que se ha comprado el champú que yo utilizaba para olerlo cada noche y cada mañana, que tiene enmarcadas las cartas que escribía para que sigan intactas, que va cada sábado al banco de siempre para representar tardes ya pasadas, y supongo que yo también le tacharía de loco maniático que no acepta que el río desemboque en un mar de cenizas.
A pesar de eso, me sigo desmayando en la cama para pensar que las sábanas son tus brazos, y que el óxido del recuerdo aún no me ha producido un tétanos por ti irremediable.
P.D: Porque fue este año cuando supe de la existencia de tus célebres palabras, y qué menos que dedicarte como mínimo un pequeño rincón en esta libreta de palabras virtuales. Como tú decías: "Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida", y tu síntoma será recordado por toda la historia de la literatura y en el estuche de los recuerdos que guardo en mi cajón.
Descansa en paz, Mario.
sábado, 16 de mayo de 2009
Serrín celular
Me siento con la mirada perdida, por si consigo divisarte en lo no visible, pero me es inútil. Entonces me califican de dormida, y yo les sonrío, porque a todo el mundo le agradan las sonrisas, y supongo que a ti también te gustarían en labios extranjeros. Pero hay días en los que ni la mueca de la carcajada se vislumbra en la comisura de la delgada línea que separa la realidad de la mentira, y entonces alguien te suelta un “¿Qué te pasa? Sé que te pasa algo, enseguida te lo noto”. Claro, a ver cómo le explicas al compañero de toda la vida, el cual no ha puesto el más mínimo interés en deducir si la sonrisa de ayer era al menos un poco sincera, que te has tenido que tragar la palabrería barata y la sencilla conclusión de que eres un grano de arena en un mundo desértico. Porque hace tiempo que sólo nos rodea la insignificancia, y algún día que otro consigues ver a duras penas un pequeño oasis afrodisíaco, que cuando está frente a tus ojos no es nada más que polvo.
miércoles, 13 de mayo de 2009
I love your glasses
Le miró con el desasosiego estampado en cada pupila de ceniza.
-¿Qué posición ocupo en la lista de tus prioridades? –lo dijo rápido, intentando no atragantarse con las palabras y aparentar serenidad al mismo tiempo.
-Ninguna –susurró, sin apenas inmutarse, y comenzó a jugar con un mechón chocolate de su pelo. Enrollando y desenrollando cada fibra capilar, como si de un spaghetti se tratase, y sus dedos fueran el tenedor.
-¿Quieres decirme que ni tan siquiera me puedes dar el último puesto? Eso es muy patético –la angustia se la comía por dentro, pero no lloraba por miedo a desbordarse y manchar su vestido nuevo-. Al menos podrías haber ido con más tacto a la hora de decírmelo…
-Me gustan tus gafas –se limitó a contestar.
-¿Qué…?
-Eso, me gustan tus gafas. Y no importa si están sucias, si tienen una mota de polvo en el cristal, si con el tiempo pasan de moda y acaban en algún escaparate de viejas antiguallas, o si alguien las chafa y se fragmentan en mil añicos. Seguirán siendo mis gafas favoritas –dejó de juguetear con el pelo y deslizó la yema del dedo sobre la clavícula de Nadia-. Ah, y no eres una prioridad en mi vida, de ésas tengo muchas. Pero tú eres única, así que tan sólo puedes ser calificada de necesidad.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Ducha matinal
Un amparo bajo el montículo de tu espalda espumosa impregnada en gel de Deliplus, con las burbujitas chispeantes y adúlteras del silencio de mis gemidos.
Dos o tres sonrisas de plata manchadas en células de mi epidermis, que segundos antes has desgarrado con la saña y el temple de un hidalgo de la Mancha.
Las constelaciones pecosas de tu cintura, con aquella trampilla mía que baja como caminito de baldosas amarillas hasta debajo de tu ombligo.
Y aun así y todo, me dejas con sed de sacarte las entrañas a embestidas, de jugarme la vida a que todavía queda más noche de la que la luna es capaz de entregarnos a escondidas.
jueves, 30 de abril de 2009
Duracell salinas
Dejar de ser el aguacero de aguas cambiantes, trepar por la escalera del auto-convencimiento –con los escalones de dos en dos- y no ser una uña carnada que produce dolor a la cutícula más sensible. Decirme a mí misma que soy jodidamente feliz, que el adjetivo sí existe (por mucho que la gente se empeñe en rechazarlo) y que ahora no pierdo el tiempo intentando autorretratarme en unas pocas líneas. Que es la arena de la adolescencia la que me empaña las pupilas, algo pasajero y momentáneo, como la batería de las pilas.
viernes, 24 de abril de 2009
Caleidosférico
Mis ojos están en modo saturación, en un formato que no admite sobresaltos ni un latido de corazón de hojalata a bocajarro. Además, ya no hay olor a tulipanes recién cortados, ni a azahar(a).
Porque cuando te quitan todo y te quedas con el polvo del álbum de los recuerdos, no te queda más remedio que intoxicarte con él y espolvoreártelo como el azúcar glas.
miércoles, 15 de abril de 2009
Di que soy un pájaro
Llovía a cántaros, se formaban aguaceros a cal y canto –con un principio definido y un final alternativo-, sobre la cuerda floja que delimitaba la entelequia de la cordura propia del día a día. Y unas gotitas colgaban del filamento, con la cabeza más gruesa de tanto vacilar, y con los pies en (Tembleque), por no saber si soñar o volver a la cruda realidad.
Una quería ser astronauta de cualquier metrópoli del mundo, otra deseaba dejarse caer con fuerza para desprenderse de la propia esencia y evaporarse de tanta sed de sentimientos; la última quería ser corriente de agua, afiliarse con alguna organización como pudiera ser la de Kallipolis –natación sincronizada, que no ciudad ideal-. Tanto egoísmo había por parte de cada una por conseguir su meta y fin pautado, que se quedaron allí sin poder moverse, con una planificación inservible y la resignación a ser una simple porción de líquido preciado.
miércoles, 8 de abril de 2009
Cerezos de abril
Fui huyendo paulatinamente, entre piedras y guijarros mojados, con una fina película musgosa. Ninguneando a cualquier viandante que intentara cruzarse con mi mirada, especialmente con la tuya. Intenté alcanzar con la punta de mi pelo un trocito de cielo sideral, pero me era demasiado lejano, y me tuve que conformar con la ilusión fotografiada de que lo conseguía. Soñé en nubes inconsistentes de tiza, retozándome con sus vertientes para desdibujar tu nombre incompleto en cada recodo no invadido por éstas; la aprensión por releerlo una vez más era suficiente para atenazarme y no acabar la última letra.
Las piernas flojeaban por tener que soportarme sobre aquel tronco añoso y desproporcionado, así que seguí balanceándome un rato más, mientras tu recuerdo discurría por la superficie de mi clavícula, y yo intentaba (infructuosamente) desprenderme de él a toda costa, lanzando indirectas a la hierba bañada en rocío primaveral.
domingo, 29 de marzo de 2009
Dulce perdición
Compré un tarro de mermelada rellena de naranja amarga. Ni siquiera me gustaba, no tenía ni un ápice de apetito; pero, a pesar de todo, la compré.
Quería escabullirme de lo dulce, de aquella masa pegajosa de praliné con trocitos de almendra bañado en “chocolat” negro, de aquella manteca de cacao que sobrepasaba el límite hipocalórico que podía ingerir en lo que llevaba de día.
He invertido demasiado tiempo en amarme a mí misma, y tengo que ergonomizarme en facturas amorosas plausibles para el corazón; necesito adaptarme a toda esta contaminación que taladra el intento de respirar, a bocanadas diminutas y contando el flujo de componentes de la nomenclatura química, para que no me dé un ataque por no saber en qué terreno me meto.
Una vez he deglutido unas quince cucharadas, ya no hay amargor ni acritud, tan sólo queda la añoranza a los bombones de caja roja, concretamente al blanco, el que más engorda y el que no se trata estrictamente de chocolate. Pero es tan dulce, que en todos los sentidos me recuerda a ti.
domingo, 15 de marzo de 2009
Domingo insípido
Yo me perdería entre los dejes de alcoholemia, me enzarzaría entre las motas de polvo del infinito firmamento, me bebería todo el mar Egeo para saciar mi dichosa sed de supremacía; pero quizás acabara con los poros de la piel hundiéndose como diminutas musarañas, escrutando entre mis órganos y hundiéndose en mis entrañas.
Yo me lijaría entre pedruscos de montaña, entre vertientes salinos de aguas de playa, me perdería como navío a la deriva entre sodio amargado y arena fragmentada; pero quizás terminaría con los pulmones encharcados de tanta pena en solitario, con las fosas nasales desquiciadas por tanto viento huracanado de indignación conmigo misma.
Yo me comería cada gota de dignidad, me llenaría de ostentación y brindaría por la magnífica libertad, hasta que mis párpados como losas se desplomaran, y cayera cuan larga soy en el colchón, extenuada.
Yo enriquecería la ensalada de mi vida, la aliñaría con aceite de oliva virgen extra, le añadiría unas cuantas cucharadas de chispas y agua mineralizada; pero seguramente pasaría lo de siempre, que retomara el círculo anual de la decadencia, para no dejar de sorberme los sesos con los mismos temas.
martes, 10 de marzo de 2009
Juliet
Me parece que quiero decir tantas cosas, que me remonto al hecho de no poder calcarlas, y eso forma otra página más, con unos verbos sobrantes, ir juntando pedacitos de un lado y de otro, haciéndolo más ameno e intentando verlo desde una perspectiva distinta a la propia vivida, y ya lo hago más mío que tuyo.
Ahora sucede, sucede que no es más que una yuxtapuesta solitaria, sin unión ni nexo alguno. Todo esto se basa en un intento de mantener intacto tu llano recuerdo, que más que escueto es algo liviano y sin adornos, pero yo lo pongo todo en exceso, porque soy una ninfómana desesperada por tu vida, por cada retazo de ella, cada fragmento de fecha ya caducada.
Es lo que tiene ser una Julieta del siglo XXI.
domingo, 1 de marzo de 2009
Nadie dijo que fuera fácil
Lo que en un principio resultó pura satisfacción, ahora no es más que lío de cuerdas sobre qué tiempo de verbo escoger. Tú eres el pretérito, y él fue el condicional de modo subjuntivo. No es un corazón amputado y mutilado, sino tierno, y supongo que a la vez bastante deshidratado. No tenía pensado ponerme un gotero de compasión y pena, a la larga habría una carencia donde la pieza no entraría ni con grasa vegetal. Y a la vez está esa lógica, que tienta a una pérdida de cordura, y esa alienación imposible, tan inalcanzable que ni siquiera puedo ver más allá del intento de esconder el significado detrás del amasijo de frases, y es que alguna se cuela, y son ésas las que más duelen, las que se clavan como espinas de rosal, las que dejan huella, y jamás se van.
viernes, 20 de febrero de 2009
Secuencia diaria
Abro. Las órbitas desorbitadamente con proyección en el objetivo circular, como hipnotismo de rueda seductora, desalmen las corazas de acero, mengüen las pupilas de cristal.
Chocante. Sólo eso y nada más.
viernes, 13 de febrero de 2009
Enfermizamente adorable
Y contando con que mañana es fecha de almas difuntas, hoy noto como si mi aliento se fuera también, y no necesito que se me plante un chaval con máscara y cuchillo, como para quedarme lívida y que la espalda sea carretera de un dichoso escalofrío.
Porque para decirte eso, quebrarme el cerebro todo el mediodía, para que se quede en una simple palabra monosílaba, para eso, mantengo conversación con la suela de mis zapatos. Les digo lo que pienso sobre este período virulento (¿o acaso no es verdad?), les suelto mil pasiones, cien palabras y me pongo a llorarle a la almohada un ratito más.
Por tener miedo, me provoca turbación tener que cerrar los ojos para verte como quiero. Y el calor (congelado), de ayer, es frío de hoy y de mañana. Porque, cariño, que te has dejado la ventana abierta, y no hay manera de cerrarla.
Maldito genocidio de porqués y de razones, no alcanzo a salvarlos todos de una y recopilarlos en una cajita como hago con tus textos. No soy dura, soy más frágil que un trocito de algodón; eso me repatea, aunque parezca que no.
Dios… ¡Debería estar enfadada! Pero me temo mucho que hoy, como otros tantos días, mi mente habla, y mi boca calla.
sábado, 7 de febrero de 2009
Nada es para siempre
También es todo distinto, matizando entre grises, porque lo negro y lo blanco jamás fueron de mi total agrado.
Insuflando canicas recubiertas de espejitos con chinchetas, descubrí que así era mi mundo, como una bola amorfa (manteniendo siempre su inicial estado de indefinida composición), la cual se hallaba revestida de guijarros puntiagudos cuyo filos se me clavan cuando salto más allá sin abrir los ojos demasiado. Mi esferita es la Tierra, el geocentrismo su postulación.
No me quiero ir por los laureles, que la cuestión es lo sempiterno. El caso es que… La palabra suena bonita como tal, pero en otros significados se puede volver espantosa. Porque alejarte sería todo lo contrario, y dejarme con la miel en la boca, canturreando lecciones otoñales, cuyas palabras se desprenden del papel, y se adosan a mi pelo. Y ahí se quedan, enmarañados permanentemente, ¿sabes por qué?Porque huyen. Huyen como tú, como yo y como todos ellos. De lo eterno y aburrido, de que te hagas tan crucial en mi vida, que no pueda desprenderte de mí.
jueves, 22 de enero de 2009
Eh, chaval, bienvenido al club
Demasiada paciencia tendría que abarcar para alcanzar a sentir todo lo que siento. Tantas sonrisas que quizás fueron almas sin futuro, indagando entre pequeños sueños de violetas en polvo y suspiros en seco. Son incontables y abundantes en su mayoría, pero dime tú, ¿para qué yo los querría? Teniéndote a ti, como el rayo de Sol que por la mañana se infiltra en esta rendija empedernida por dar luz y amparar un despertar incierto, como el reflejo de la luna -vanidoso en la superficie, deleitando tus pupilas- que noche fría de invierno obsoleto y desterrado, dio su empeño en ser algo más que una ilusión de velo plateado.
Y es que no te das cuenta, pero quizás tu tiempo ha expirado, ha llegado a un fin nada deseable, y con él, al futuro lo ha ahogado. Eres víctima de luces y sombras que se envuelven con tenacidad, eres producto de desasosiegos y penas en cantidad.
¿Que cuánto hay que pagar por sueños? No son rentables ni vale la pena reparar en su precio, pues cotizaban en bolsa y cada año bajaban un quince por ciento.
Así que deja de aguarme la fiesta, y ven a la reunión de los desamparados, donde el alcohol no existe, ni tampoco guirnaldas ni espumillón. Donde las perspectivas emulsionan con paciencia y con amor, esa paciencia que tanto faltaba, y que hoy; ha tomado parte de esta maldita rebelión.
miércoles, 14 de enero de 2009
La melancolía, 100% algodón, a ver si encoge
Mi pulóver turquesa estaba despeluchado, pero poco importaba ya. Desprendía olor a tizne polvoriento, y las bolas de naftalina que guardaba en el cajón lo han convertido en aval industrial. Me lo enfundo, me lo saco, lo tiro en el edredón de la cama, lo piso, se restriega con las pelusas de mi aparador y les echa una carrera, es atacado por polillas impías… Qué lástima, yo que pensaba que era una de esas cosas en la vida a las que hay que cuidar.
Ayer vino mojado, creo que tenía escrito en la etiqueta que había que lavarlo a mano, y a alguien se le ocurrió meterlo en el centrifugado. ¡Será posible! Pobrecito, te prometo que mañana te guardaré entre prendas de seda y camisetas de algodón, pasarás la noche calentito, aunque de tanto olor a suavizante, cogerás un colocón.
Porque, bueno, quien dice pulóver, dice corazón.
jueves, 8 de enero de 2009
La cosa tiene su juego
Titilantes y a su misma vez tácitas palabras vomitaron tus labios, en intentos descontados que sin duda fueron en vano. Debería de haberte dicho que firmaras el tratado con tinta de sangre, cubilete de argumentos y pluma de valor. ¡Y eso era lo que me faltaba! No fui (cambié deliberadamente sin lugar a posible opción) aquello que tuve que ser, cargarás con la culpa de mi propia purga para acabar en algo mucho peor.
Sabes que lo odio, me duele, que es como una pequeña astilla que recorre distancias entre huesos y cartílagos hasta encontrar el punto donde explote en mondaduras blandengues que me hagan de gelatina y me incapaciten para escribir más. Y si no sirvo ya ni para esto, no me pidas que intente razonar. Te lo he repetido incesantes veces, y aun así esto te parecerá a chino y retahíla de palabras mezclada con sorbete de inconsciencia y de tontería agitada (no removida).
No lo llamaría perder, no quiero precipitarme y perder los papeles. La palabra es… Cristalizar.
Sí, eso es. Me vas cristalizando, me fragmentas poco a poco, y coges cada jirón cuando te es necesario y oportuno, lo rompes en más, lo despedazas, haces con él lo que te da la gana. Y es que, no te das cuenta, cielo, pero llegará un momento en el que ni tú mismo podrás rehacer ese puzzle.
Un puzzle hecho con piezas de mi esencia, que a veces reconstruías con delicadeza, pues no importaba la distancia o fuerza con la que lanzaras las piezas, siempre acababas localizándolas.
Pero, quién sabe, quizás mañana alguien te las haya robado y haya construido su propio rompecabezas. Aunque ese alguien no exista, y sea producto de mi imaginación.
domingo, 4 de enero de 2009
Juego con rojas
¡Maldita sea! Llevo con esta ficha dando vueltas como una imbécil al tablón de juego, y se ve que al ser mi casa roja, soy más que daltónica y no diferencio cuál de todas es. Pero eso no es ninguna novedad (bienaventurada la palabra), a mí me pasa siempre, estas cuatro paredes no se pueden denominar hogar, y mucho menos me siento relacionada con todas estas risas desperdigadas por el mantel de Navidad, con turrones de Jijona y con las copitas de champán.
Pero puestos a arriesgar, lo que haré será reservarme mis tres fichitas rojas, por ver si pasa la verde esperanza y zampármela antes de que se me escape para siempre, que según las coletillas populares, dicen que lo último que se pierde es la ilusión.