viernes, 20 de febrero de 2009

Secuencia diaria


Cierro. Tan fuerte que los párpados se juntan con la barbilla, y se abrazan mutuamente, forman aguaceros de cerrojos y candados a cal y canto. Por la comisura pasan cremalleras, carreteras de alquitrán ensangrentado, con franjas desigualadas y desmedidas, con grietas de no rozar con algo menos común que la almohada de poliéster.
Abro. Las órbitas desorbitadamente con proyección en el objetivo circular, como hipnotismo de rueda seductora, desalmen las corazas de acero, mengüen las pupilas de cristal.
Chocante. Sólo eso y nada más.

viernes, 13 de febrero de 2009

Enfermizamente adorable


Te diría que me molesta, que las entrañas se me corroen con sustancias químicas y las frotan con estropajo hasta la saciedad, que esto se ha caducado y no encuentro la etiqueta que me lo afirme y me lo deje claro, que en diminutos trozos de hemoglobina la sangre se me ha cristalizado.
Y contando con que mañana es fecha de almas difuntas, hoy noto como si mi aliento se fuera también, y no necesito que se me plante un chaval con máscara y cuchillo, como para quedarme lívida y que la espalda sea carretera de un dichoso escalofrío.
Porque para decirte eso, quebrarme el cerebro todo el mediodía, para que se quede en una simple palabra monosílaba, para eso, mantengo conversación con la suela de mis zapatos. Les digo lo que pienso sobre este período virulento (¿o acaso no es verdad?), les suelto mil pasiones, cien palabras y me pongo a llorarle a la almohada un ratito más.
Por tener miedo, me provoca turbación tener que cerrar los ojos para verte como quiero. Y el calor (congelado), de ayer, es frío de hoy y de mañana. Porque, cariño, que te has dejado la ventana abierta, y no hay manera de cerrarla.
Maldito genocidio de porqués y de razones, no alcanzo a salvarlos todos de una y recopilarlos en una cajita como hago con tus textos. No soy dura, soy más frágil que un trocito de algodón; eso me repatea, aunque parezca que no.

Dios… ¡Debería estar enfadada! Pero me temo mucho que hoy, como otros tantos días, mi mente habla, y mi boca calla.

sábado, 7 de febrero de 2009

Nada es para siempre


¿Lo eterno es posible? Quiero decir que... Quizás sea más fácil de lo que imagino, y la palabra siempre fue sinónimo de factible –perennemente dándole el sentido vital, por supuesto-. Vale, sí, nunca seremos los mismos, y nunca nos bañaremos dos veces en el mismo río. Pero una cosa es cambiar, y otra muy distinta digievolucionar (el término en sí me parece realmente divertido), que más que evoluciones a algo mejor, parecen retrógrados pasos a algo inferior proveniente del subsuelo.
También es todo distinto, matizando entre grises, porque lo negro y lo blanco jamás fueron de mi total agrado.
Insuflando canicas recubiertas de espejitos con chinchetas, descubrí que así era mi mundo, como una bola amorfa (manteniendo siempre su inicial estado de indefinida composición), la cual se hallaba revestida de guijarros puntiagudos cuyo filos se me clavan cuando salto más allá sin abrir los ojos demasiado. Mi esferita es la Tierra, el geocentrismo su postulación.
No me quiero ir por los laureles, que la cuestión es lo sempiterno. El caso es que… La palabra suena bonita como tal, pero en otros significados se puede volver espantosa. Porque alejarte sería todo lo contrario, y dejarme con la miel en la boca, canturreando lecciones otoñales, cuyas palabras se desprenden del papel, y se adosan a mi pelo. Y ahí se quedan, enmarañados permanentemente, ¿sabes por qué?Porque huyen. Huyen como tú, como yo y como todos ellos. De lo eterno y aburrido, de que te hagas tan crucial en mi vida, que no pueda desprenderte de mí.