sábado, 12 de febrero de 2011

Vidas cadáver

Ausente. Omitida hasta en las oraciones subordinadas de mi propia vida. Los sábados por las mañanas combinaba los trayectos de avión con la poesía barata escrita siempre a pie de página de otras tantas obras maestras. Y si te cruzabas por mi mente cada descanso de muñecas, continuaba escribiendo como una loca. Renglones torcidos pueblan mi libreta de equipaje. A las puertas del abismo de lo desequilibrado, con un pie dentro y otro fuera. Le escribí páginas y páginas a mi vida prestada, casi tantas como pétalos tenía mi jardín de petunias, pero al año de saber de la mortalidad, dejé de hacerlo.

“Las personas nacen, crecen, se reproducen y mueren”, recitaba con voz cantarina cuando apenas contaba con la edad de siete años. ¿Y el vivir? ¿Qué hay de vivir? Aquel verbo se lo había tragado el señor de la editorial, el señor de las definiciones (porque en aquellos tiempos sólo existía “el señor de”). Ya nadie le daba importancia. Pero yo tenía que saberlo. ¿Qué era vivir? ¿A qué se referían con aquella expresión tan usual y desgastada? Fui corriendo a por el primer diccionario de casa (uno Tabarca con tapa carcomida), y me llamó la curiosidad sólo una de las tantas definiciones que allí había:

“Quedar en la memoria, seguir presente en el pensamiento.”

Entonces me pregunté si tú todavía seguías recordándome. Si pensabas en mí cuando preparabas el café de los domingos, al coger el tren en la estación o cada vez que el despertador te sonaba a las cinco de la mañana. Porque yo pensaba en ti, y sólo por esa razón tu corazón ya seguía latiendo. Pero, ¿y si yo estaba muerta y ni siquiera lo sabía? Me había muerto así, de sopetón, sin haberme dado ni cuenta. Y no hay tanto espacio como el que creemos en el mundo, no hay vidas ni pensamientos dedicados para cada uno de nosotros. No habrá monumentos en nuestra memoria, ni calles con nuestros nombres enmarcados en una placa de metal, ni festividades gracias a nosotros, ni siquiera un solo indicio sobre este planeta que indique que vivimos algún día o que al menos respiramos el aire y nos quedamos en el intento de vivir. Caeremos en el olvido y como mucho alguien nos dedicará una lápida más en el cementerio del pueblo de al lado, donde quizás los cipreses nos hagan más caso del que algún día nos hicieron muchas personas cadáver de la sociedad.



César, Ghiberti, Primo de Rivera y la PAC me mantienen ocupada estos días. Todavía me esperan bajo la luz del flexo una semana más, pero a partir de entonces prometo reavivar esto antes de que termine convirtiéndose en una "página cadáver". Y darle otros aires nuevos, quién sabe.

Si queréis preguntarme algo: http://www.formspring.me/dafneisern