martes, 20 de diciembre de 2011

Soy lo más yo que has visto en tu vida


Basta decir que actualizaré con más frecuencia para tener esto completamente abandonado.

Desparramados en el suelo de un maloliente bar, cazamos al vuelo los guiños camuflados en desvaríos de un escritor que nos abre en canal. Me veo en la línea primera, alzo la mano contra el cielo y la extiendo; mis dedos se deshacen, se alargan como alambres oxidados, alcanzan un punto en el cielo, recogen una estrella y la sueltan en el mar, mar de cielo o mar de arena. Bebo de estas letras.Buchstaben sind leer. Ellas se trenzan, bailan sobre papel raído, acarician mis yemas y elaboran historias a base de hilo. Im Radio lief unser Lieblingslied. Que tú hoy estás (eres) muerto y nada ni nadie, ni siquiera estos morfemas, consiguen hacerte hablar. Estás muerto y sin epitafios sobre la tumba de plomo que huele a confinamiento industrial. You so beautiful but you gotta die someday.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Fate foretold


Qué sé yo del azar si me encuentro frente a ti, cándida y asustada, bajo la sombra de tus pestañas. De la nada sé todo y de la vida sé nada. No sé de temer a dioses inexistentes y, sin embargo, me nutro de las lágrimas que te llueven.

Prometo responder pronto a comentarios y no estar tan ausente.

jueves, 13 de octubre de 2011

Try to meet me on the equinox


Hay que huir de aquí antes de que la tierra termine por lamer nuestra sangre. Poco a poco, a tientas, adentrándonos en un bosque donde las extremidades de los árboles nos engañan sobre el tiempo. Y sin vernos, como autómatas de engranajes averiados, nos bamboleamos de un lugar a otro sin tener muy claro el punto de partida ni la meta que debemos de alcanzar. Pero yo me desangro, y tú también. Y los dos sabemos que hay que huir de esta tierra del infierno antes de que las rocas erosionen nuestros tobillos y ya no podamos correr. Nos amedrentamos del crujir de la hojarasca que machacamos con nuestros pies y nos mareamos con el fuerte olor a pino que empapa nuestros cuellos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Sin manos para decir nunca


Quizás llegue un día de estos en los que el cielo se cansa de ser claro, coja el abrigo del perchero y me marche por el camino de al lado de casa que parece no tener principio ni fin. Y quizás mientras camine sin mirar atrás, y los chopos (temblones) se rindan ante el joven viento de otoño, caiga en la cuenta de lo inútil que es alejarse. De lo absurdo de una huida anónima, cuando no dejas nada atrás más que una casa con un siamés que maúlla todas las noches y algunas cartas sin enviar. Y tal vez recurra a una mirada inocente y perdida, como si se me hubiera olvidado coger el monedero para ir a comprar. Y es que por muchos aeropuertos que pise, por muchos pasos de cebra que cruce o por muchas noches que intente perder el sentido con el alcohol, el siamés continuará maullando cuando la vinosa luna se eleve y las cartas permanecerán en ese pequeño cajón de madera de pino, atestadas de polvo y sin sellos en los sobres.

jueves, 8 de septiembre de 2011

(infructuosos intentos del Concierto de Brandenburgo)


La abuela nunca había entendido las aficiones del resto de personas. Recuerdo que en el edificio de enfrente había un joven que se pasaba tardes enteras intentando tocar la trompeta, emitiendo sonidos estridentes a causa de su falta de experiencia. Andrew Fritz, pues así se llamaba, venía de una familia americana que poseía numerosas propiedades en Virginia, gracias a un próspero negocio de muebles que el bisabuelo de Andrew había establecido en su juventud. Sin embargo, Andrew resultó ser un joven poco convencional para su entorno, y siguiendo los ideales que algunos libros europeos le habían incitado a adoptar, se marchó a París en busca de una vida bohemia, alejado del consumismo americano. El caso es que se emperró en aprender a tocar la trompeta partiendo de piezas complicadas sin tener previos conocimientos en la materia, empeñado en que algún día lo conseguiría a base de un estricto horario. Así pues, desde las tres de la tarde hasta las siete de la noche, siempre se escuchaba un infructuoso intento del Concierto de Brandenburgo.

-No desearía otra cosa en el mundo que se le cayesen los dedos en trozos y que los labios se le quedasen atrancados en esa trompeta del diablo –solía comentar la abuela, recostada en su viejo sillón de ante con estampado floral y ganchillo en los bordes.

Yo, empero, admiraba el tesón con el que Andrew continuaba intentándolo sin inmutarse, tarde tras tarde, como esperando que un día, por casualidad, sus pulmones y sus dedos se amoldasen a los requisitos del instrumento, y ejecutasen la pieza con la misma naturalidad con la que uno se rasca cuando le pica alguna parte del cuerpo. Pero ese día jamás llegó, y dio la casualidad de que años más tarde me lo encontré en el metro de París, con un cartón mojado en el que podía leerse a duras penas que necesitaba dinero para comer. Lamenté mucho lo suyo, de veras que sí. Hizo que me diese cuenta de que no todos los sueños pueden lograrse por mucho que se persigan.


Aquí va otro fragmento de "Corazones con Alzheimer". En principio no tengo previsto publicarla por completo, sino sólo pequeños trozos de la misma. Éste en concreto tiene algo de autobiográfico: al lado de mi casa también hay un "Andrew Fritz". Quién sabe si me decidiré por enviarla a las editoriales algún día. De momento me conformo con vuestras alentadoras opiniones, que son más que suficientes :) La semana que viene comienzo la universidad, así que no sé si podré actualizar con tanta frecuencia. ¡Pasad un bonito septiembre!

miércoles, 31 de agosto de 2011

Corazones con Alzheimer

(fotografía tomada en una bonita casa de Florencia)

Su joven corazón le espetaba que viviese como cada uno de los personajes que aparecían en las novelas que leía.

“Hoy seré una trágica Sybil Vane”, intervenía de repente. Y mañana quizás se cubría de gloria bajo la piel de algún héroe carcomido por el paso de los años.

Empapelaba su habitación con recortes de revistas que ni siquiera leía, amaba hombres con los que no había hablado y suspiraba por historias que jamás había vivido. Fumaba sólo por ver las volutas de humo desvanecerse en el pesado aire estival. Escribía poesía aun sin tener ni idea de qué significaba que un poema era alejandrino. Y así pasó la mayor parte de su adolescencia, haciendo cosas que ni siquiera comprendía pero que parecían llenarla de felicidad con tan sólo mencionarlas. Pero el tiempo, como en casi todos los casos, voló inexorablemente. Se tiñó su pelo negro tizón de un matiz nacarado, las manos se le surcaron de arrugas irregulares, las falanges se le doblaron como hilos de alambre oxidados y su mirada se cubrió de un delgado velo opaco. El mundo cambió ante sus ojos aguados, tornándose extraño y extranjero. “¿De qué hablarán todas esas personas?”, solía decirme cuando nos sentábamos en uno de los bancos del paseo marítimo. “¿Adónde van, Marcel? A veces me gustaría saber por qué van tan deprisa. Y tú y yo aquí, con hedor a muerte y huesos vacíos. ¿Adónde van, Marcel?”.


Aquí os dejo un pedacito de mi nuevo proyecto de novela: "Corazones con Alzheimer."

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miércoles, 17 de agosto de 2011

ich bin zurück :)










Todos nosotros sabíamos que se olvidaría nuestro nombre. El viento nos recordaba que el frío iba a besar nuestros labios como un arrebato encolerizado, o como un estertor suave y pacífico. No necesitábamos que nos repitiesen que la vida no es tan larga como creíamos a temprana edad dubitativa. Todos nosotros sabíamos que íbamos a morir. Y en realidad no nos importaba hacerlo, siempre y cuando hubiera alguien que se dignase a llevarnos de nuevo a casa.


Tras dos semanas de no parar por Europa, he vuelto :) Francia, Austria, Alemania, Luxemburgo y República Checa han sido los destinos que finalmente he visitado. Pero es sin duda alguna mi querida Alemania la que más me ha encandilado. Ernesto Sábato, Alice Sebold, Jeff Wayne, Foreigner y Harold Brodkey me han acompañado durante los interminables trayectos, y al final no ha resultado tan pesado como pensaba. De hecho todavía no puedo quitarme de la cabeza "Forever Autumn" (http://www.youtube.com/watch?v=WungvhcG6JI&feature=player_embedded#at=71) y una formidable cita de El túnel:

"La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede liberarse con la muerte, que sería así, una especie de despertar. Pero despertar a qué? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad, antes de aniquilar la fantasmagoría con un acto de propia voluntad. Y suele resultar, también, que cuando hemos llegado hasta ese borde de desesperación que precede al suicidio, por haber agotado el inventario de todo lo que es malo y haber llegado al punto en que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeño que sea, adquiere un desproporcionado valor, termina por hacerse decisivo y nos aferramos a él como nos agarraríamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo”.


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miércoles, 27 de julio de 2011

Schlaf mit mir

Al perro de los vecinos comenzaba a fallarle la voz, por lo que su ladrido terminó simulando ser una bocina averiada y ronca cansada de la vida. "¿Hoy es martes", preguntó mi hermano desde el recibidor. Creo que no me atreví a responderle, con el teléfono en mano a punto de llamar después de tarde gris y pegajosa de verano. El diablo entre mis sábanas, mi pierna con un tembleque incesante, Band of skulls en la radio y mil y una cosas que hacer con mil y dos razones para no hacerlas. Busqué cómo se hacía el amor en alemán, sintiéndome más en contacto con el mundo bajo esa terminología manchada de líquido anti-mosquitos. Soñando con Breslavia aun teniendo otros destinos para agosto en mente, y la sensación de permanencia en mi propia habitación, con gente que decae y, mientras tanto, un perro afónico que no sabe del suicidio como solución final.



Me marcho a recorrerme media Europa en coche, así que regresaré alrededor del 16 de agosto o así (ni siquiera tengo clara la fecha). A pesar de lo pesimista que pueda parecer el texto de arriba, estoy que no quepo en mí al haber sido admitida en Traducción y Mediación Interlingüística, pero ha sido el libro de "The virgin suicides" lo que ha provocado que redactara algo así.

¡Pasad un feliz verano!






lunes, 18 de julio de 2011

Summer afternoons
































Ha sido extraño regresar a Valencia y toparme con este asfixiante calor (sobre todo teniendo en cuenta que había días en Bristol donde me tocaba llevar una chaqueta de lana). En el aeropuerto, a falta de nada mejor que hacer, cogí bolígrafo y papel y me dispuse a escribir:

Me preguntaba cómo escapar. Cómo salir de aquella jaula sin hierro. Y la bruma que cubría el idioma incapaz, la minusvalía léxica que enredaba mi lengua como un esparadrapo seco. Un fracaso de la expresión abierta en medio de la humedad de julio que penetra por los poros de mi piel. Qué había de ti, sin embargo. Te dejé por alguna esquina apartada de un callejón con placa vacía, violé tu reputación cuantas veces quise para sentirme más yo, más humana, más fría.

Si ahora sudo me pregunto si no es tu límpida lengua que ha pasado por mi frente, si ahora se me levanta el borde del vestido me pregunto si puedes oler el verano por mis pantorrillas. Pero en esa propia escapada de lo ya vivido, me encuentro contigo de frente, y no es más que otra inmersión sin salida. Quizás es que me marchito, pero este mundo lo siento tan extraño y usado, que más me vale inventarlo de nuevo.


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lunes, 27 de junio de 2011

La memoria del tacto, que arde más que quemaduras de tercer grado.


















A veces notaba cómo una irrealidad se expandía dentro de sí misma. Y el tacto se le volvía liviano, como los vértices de los pétalos de las rosas del jardín, le temblaban los dedos, como la luz variable del viejo candil. Le inquietaba su propio rostro reflejado en el cristal, y sólo con cerrar los ojos ya creía abandonarse a la bienvenida de una muerte dulce y placentera. Dejaba de respirar cual golondrina amedrentada, alzando la barbilla hacia el vacío y notando cómo el mundo seguía girando sin que ella se lo permitiese. Se preguntó cómo era que, aquel tacto etéreo que tantas veces la confundía, tuviera tanta memoria para escenificar de nuevo aquellas huellas que hace tiempo se habían trazado por sus caderas prominentes. Se preguntó cómo era que alguien olvidaba con tanta facilidad y cómo, sin embargo, a ella se le grababan las caricias como quemaduras de tercer grado.



La fotografía la tomé en el Ponte Vecchio al atardecer. Para más detalles y fotografías del viaje: http://poppiesinjune.blogspot.com/

miércoles, 15 de junio de 2011

Sommerurlaub





























En un momento comprendí que bastaba con respirarte para regresar al invierno de hace tres años, y entender, así, lo viejos que nos habíamos vuelto desde entonces. Dormité en tus costillas como una Ofelia mecida por la corriente del río, y tus manos se amoldaron como nenúfares mullidos y húmedos, invitándome a ahogarme en la muerte que riega nuestro entorno. Muerte de juventud que tan pronto se cansa de vivir, de ponzoña hormonal que cierto día ve sus fuerzas mermadas. Y sólo así, con semejante preludio prerrafaelista, pude aceptar que el río siempre terminaba desembocando en alguna parte.

lunes, 6 de junio de 2011

Je me tiens en silence devant l'ordre des troncs
















Y aquella seguridad (casi infinita) de poder colocar nosotros mismos las estacas contra las que nos arrojamos. Tan infinita como la distancia entre nuestras manos.


Prometo revitalizar esto cuando acabe el selectivo, justo antes de marcharme a Florencia. Responderé todos los comentarios en breves :)



domingo, 22 de mayo de 2011

The world spins madly on

Tras una sempiterna semana de exámenes, al fin puedo regresar. Y lo hago con un stop motion que mi prima y yo hicimos no hace mucho.


Y el mundo continuaba girando. Deshojábamos el tiempo como quien le arranca la corola a una flor, pero nada ni nadie iba a regresar. Porque los segundos se nos precipitaban por entre las manos, y el mundo continuaba girando como una peonza loca sin aceras contra las que chocar. Abrir los ojos y darnos cuenta de que por mucho que los cerrásemos con fuerza, todo continuaba igual. Girando y girando sin parar.

miércoles, 11 de mayo de 2011

(si los pájaros supieran que van a morir, todo sería silencio)














Siento mil haber estado ausentada tanto tiempo y no haber podido responder los comentarios, pero estoy de exámenes y en otros menesteres, por lo que apenas me ha dado tiempo a hacer nada por aquí. Prometo responder lo antes posible :)

Aquí os dejo algo de productividad de los trayectos de metro:

Y en verano se está tan piel contra piel que a veces uno se siente morir en los brazos del calor. Pero ahora es primavera, y te observo desde lejos como una espía recién licenciada. Y sé, de algún modo extraño, que si los pájaros supieran que van a morir, todo sería silencio en las ramas del viejo olmo del jardín de atrás. Y sé también que sólo nosotros, como buenos idiotas humanizados, sabemos sonreír y tragarnos la angustia de la muerte mientras tomamos un par de cafés amargos en este bar de carretera con luces de neón. Y alzamos la taza como con miedo a volcar el contenido, aliviados de que no se vierta sobre nosotros y se nos terminen a agriar las ganas de continuar sonriendo durante los últimos minutos de una vida que pocas veces llega con tanta realidad.

miércoles, 20 de abril de 2011

Memento









Permíteme el valor idílico de la duda sobre en qué hemos degenerado. Yo, temerosa de perfecciones en pieles extranjeras, y tú, alienado en el camino de vuelta a casa. Tal que así, morimos como perros callejeros que no supieron en qué charco sucio beber por última vez. Tú, despedazando el tiempo entre bostezos apagados, y yo, exasperada por hablar olvidada. “Se nos prestó un silencio sórdido como el olvido, y no sé cómo bordearlo.” Que me llamabas con motes grises y, cada vez que tu boca se entreabría, tus palabras eran enjambres de abejas que se me colaban por entre los oídos y me aguijoneaban las ganas de continuar. Y cuando el mundo se hundía sobre sí mismo, nosotros también nos despeñábamos por precipicios escarpados con salientes convexos que nos rasgaban la piel. Caíamos como amapolas con el tallo doblegado, acompañados por lluvias de abril que nos erosionaban nuestras hojas mal trazadas. Y sabíamos que moriríamos vírgenes en el amor, preservándonos de manera irracional por miedo a que se nos abriese en dos el corazón.

Permíteme al menos que, en esta noche donde todo parece inerte y donde el grajo vuela cada vez más a ras de suelo, dude de esta realidad tan fingida que poco a poco me carcome. Nos dudo aquí, sentada con las piernas cruzadas. Tengo incertidumbre en el pecho. Pulmonía de olvido. Te toso con espasmos. Y vas marchándote sin volverte de nuevo, te pierdes por el bostezo del lobo, te abrazas a la oscuridad y yo me desprendo del memento.



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martes, 12 de abril de 2011

The snow it melts the soonest


No sé si tiene sentido preguntarme si sigues aquí o si te has ido. Si en algún momento de la noche resulta que cogiste el blazer desgastado que te compré por tu cumpleaños y cerraste la puerta con movimientos de acróbata mal enseñada. O si, por el contrario, permaneces aquí y ahora, a mi lado, con las palmas unidas y el delgado camisón de franela sin llegar a cubrirte las piernas.
Ahora me deslizo por escaleras y peldaños, me recorro el sueño, lo hago de papel, veo a la luna que me mece menguante mojada en absenta, del mismo modo que menguan las posibilidades de que seas tú quien respira a mi vera. Y en verdad tiemblo de miedo. Por si abro los ojos y me encuentro con los tuyos, suplicantes, pidiéndome una atención que pocas veces llega, o por si ya no hay nada más que tu ausencia extendida sobre el colchón, una despedida que se ha ido con tus fruncidos labios inertes, restableciendo el olvido. Y en verdad que no sé si estás aquí o si te has perdido, porque el sopor me acecha en un rincón de este piso de alquiler, se contonea en la penumbra y me continúa tentando de dudarte, a seguir creyendo que sigues con vida y que me recorres con el índice mis cráteres mal trazados.


So never say me farewell here, no farewell I'll receive.

Para las ausencias y la duda de saber si es cierto que la persona que se va resulta que sigue aquí. Porque no sé por qué, y no quiero que nadie me lo explique, pero siempre que miro al horizonte casi puedo verlos regresar corriendo, al mismo tiempo que la nieve se derrite.

domingo, 27 de marzo de 2011

Willkommen, Frühling! Tchüs, Liebhaber












Trafalgar Square, August 16.

Quizás fueron las miradas huidizas de ella, las situaciones que parecen no tener salida, los enredados diálogos o los puñetazos que él le propinaba a cualquier pieza del mobiliario cuando esto ocurría. Tal vez se marchó de mañana, cuando a él se le olvidaron los “buenos días”, o cuando ella preparaba el café de la mañana y se sentía idiota al calentar el agua. A lo mejor es que se les olvidó ir renovando de vez en cuando las juntas, engrasando los engranajes o regulando la presión ejercida por ambas partes. Lo que sí que es cierto es que no hubo un momento que determinase el final. No sonaron bocinas de fondo, ni nadie comenzó a aplaudir, ni se lanzaron fuegos artificiales para rememorarlo o se lanzó un suspiro de alivio. Porque el amor se iba así, sin más. Sin dejar nota de suicidio o explicaciones bajo el felpudo, y llevándose tras de sí y a escondidas (como quien no quiere la cosa) los interrogantes de su precipitada huida.


Y haciendo honor al título y cambiando de tercio, no puedo olvidarme la primavera. ¿Qué os evoca la primavera? A mí me viene a la mente el color azul, las zapatillas de esparto, los vestidos con pliegues azucarados y canciones de Augustana.


viernes, 11 de marzo de 2011

Danubio azul

Se muerde los labios febrilmente a medida que atraviesa Grabenstrasse. Mira el cielo y da un respingo por culpa de la inmensidad de la luna y de su color ceniciento fantasmagórico. Parece ser que el aire huele a sangre oxidada y a polvos de talco. Todo se camufla y se descubre con tanta facilidad que acelera el paso. Corre tan deprisa como sus talones desgastados se lo permiten, y huye de sí misma, girando las esquinas con el corazón derrengado, el palpitar en las sienes golpeándola demasiado fuerte y la sensación de ir muriéndose al pretender dejarse atrás. Porque a esas horas de la noche todo titila ante su inquieta mirada aleatoria. Se siente mareada y saborea no sin cierta acritud el regusto a vómito que le asciende por la garganta. Esa enloquecida danza le recuerda al propio Strauss, y se ve a sí misma agonizando en el fondo de las lóbregas aguas del Danubio azul. Da vueltas sobre sí misma como una peonza de madera, oscilando con dificultad sobre el suelo empedrado. Y gira todo lo deprisa que sus piernas se lo permiten, cortando el viento, con violines de fondo que la incitan a desfallecer en la penúltima vuelta que indica el final. Un cabriole, croise derriere y vuelta a empezar. Su respiración alza el vuelo y se pierde en lo alto del firmamento sin ganas de regresar, vuela como los cisnes del lago de Lucerna, aquéllos que tantas veces parece que no pueden desplegar sus alas si no es con ganas de emigrar.



Siento haber tardado tanto, pero entre unas cosas y otras, he ido alargando volver aquí. Y se echaba de menos.

sábado, 12 de febrero de 2011

Vidas cadáver

Ausente. Omitida hasta en las oraciones subordinadas de mi propia vida. Los sábados por las mañanas combinaba los trayectos de avión con la poesía barata escrita siempre a pie de página de otras tantas obras maestras. Y si te cruzabas por mi mente cada descanso de muñecas, continuaba escribiendo como una loca. Renglones torcidos pueblan mi libreta de equipaje. A las puertas del abismo de lo desequilibrado, con un pie dentro y otro fuera. Le escribí páginas y páginas a mi vida prestada, casi tantas como pétalos tenía mi jardín de petunias, pero al año de saber de la mortalidad, dejé de hacerlo.

“Las personas nacen, crecen, se reproducen y mueren”, recitaba con voz cantarina cuando apenas contaba con la edad de siete años. ¿Y el vivir? ¿Qué hay de vivir? Aquel verbo se lo había tragado el señor de la editorial, el señor de las definiciones (porque en aquellos tiempos sólo existía “el señor de”). Ya nadie le daba importancia. Pero yo tenía que saberlo. ¿Qué era vivir? ¿A qué se referían con aquella expresión tan usual y desgastada? Fui corriendo a por el primer diccionario de casa (uno Tabarca con tapa carcomida), y me llamó la curiosidad sólo una de las tantas definiciones que allí había:

“Quedar en la memoria, seguir presente en el pensamiento.”

Entonces me pregunté si tú todavía seguías recordándome. Si pensabas en mí cuando preparabas el café de los domingos, al coger el tren en la estación o cada vez que el despertador te sonaba a las cinco de la mañana. Porque yo pensaba en ti, y sólo por esa razón tu corazón ya seguía latiendo. Pero, ¿y si yo estaba muerta y ni siquiera lo sabía? Me había muerto así, de sopetón, sin haberme dado ni cuenta. Y no hay tanto espacio como el que creemos en el mundo, no hay vidas ni pensamientos dedicados para cada uno de nosotros. No habrá monumentos en nuestra memoria, ni calles con nuestros nombres enmarcados en una placa de metal, ni festividades gracias a nosotros, ni siquiera un solo indicio sobre este planeta que indique que vivimos algún día o que al menos respiramos el aire y nos quedamos en el intento de vivir. Caeremos en el olvido y como mucho alguien nos dedicará una lápida más en el cementerio del pueblo de al lado, donde quizás los cipreses nos hagan más caso del que algún día nos hicieron muchas personas cadáver de la sociedad.



César, Ghiberti, Primo de Rivera y la PAC me mantienen ocupada estos días. Todavía me esperan bajo la luz del flexo una semana más, pero a partir de entonces prometo reavivar esto antes de que termine convirtiéndose en una "página cadáver". Y darle otros aires nuevos, quién sabe.

Si queréis preguntarme algo: http://www.formspring.me/dafneisern

martes, 25 de enero de 2011

Night terror

Al encontrarla finalmente estaba irreconocible. Tan sola y desvalida como se hallaba, desparramada sobre el frío linóleo que apestaba a muerte y putrefacción. Conservaba intacta la fragilidad de antaño, e incluso la elegancia de un cervatillo que se acurruca entre la hojarasca seca para no ser visto por el depredador. Tenía los labios amoratados, de un púrpura intenso, y un delgado hilo de sangre se le escapaba por la comisura de los labios, simulando ser un afluente de caudal mermado a causa de la sequía estival. Su fino y cobrizo pelo de náyade que tantos elogios había acaparado, ahora no era más que un amasijo de cuerdas deshilachadas del matiz del barro, un embrollo mojado en sudor y vómito. Estaba completamente desnuda, con las clavículas y las caderas más prominentes que de costumbre, así como los pómulos hundidos y los músculos derrengados de tanto forcejear. Los cortes le cubrían cada parte de su piel, desde las zonas más íntimas y recónditas hasta sus finas muñecas de cuarzo; y, a juzgar por el aspecto que tenían, se habían terminado infectando con el paso de las horas al haber sido realizados por cuchillas manchadas de sangre ajena y de filos oxidados.
No recuerdo cuánto tiempo la sostuve entre mis brazos, acallando sus débiles gemidos de auxilio. Tanto la llegué a querer que intenté buscar el odio destinado a los responsables que habían hecho aquello, pero no encontré la rabia ni la cólera por ningún lado. Sólo estábamos ella y yo. Ella semiinconsciente porque la vida se le escapaba paulatinamente, y yo con el corazón henchido de amor, perdido y desbocado, como si al latir tan violentamente pudiera llegar a hacerlo por los dos.

domingo, 9 de enero de 2011

El silencio no es más que el lenguaje de nuestras miradas

Si me encuentras aquí y ahora, en este preciso instante antes de un algo. Y si el cielo es azul ceniza, como el color de tus ojos y como la niebla que rodea nuestras manos, se apaga para siempre, quedándose como el frío metal de la barandilla. Si todo es realmente así, que cuando regresas ya estoy oxidada, con los engranajes crujiendo bajo mi piel y las sonrisas desgarradas. Entonces, si es realmente de este modo y no de otro, ¿qué habrá de cierto en nuestro silencio prolongado?