Trafalgar Square, August 16.
Quizás fueron las miradas huidizas de ella, las situaciones que parecen no tener salida, los enredados diálogos o los puñetazos que él le propinaba a cualquier pieza del mobiliario cuando esto ocurría. Tal vez se marchó de mañana, cuando a él se le olvidaron los “buenos días”, o cuando ella preparaba el café de la mañana y se sentía idiota al calentar el agua. A lo mejor es que se les olvidó ir renovando de vez en cuando las juntas, engrasando los engranajes o regulando la presión ejercida por ambas partes. Lo que sí que es cierto es que no hubo un momento que determinase el final. No sonaron bocinas de fondo, ni nadie comenzó a aplaudir, ni se lanzaron fuegos artificiales para rememorarlo o se lanzó un suspiro de alivio. Porque el amor se iba así, sin más. Sin dejar nota de suicidio o explicaciones bajo el felpudo, y llevándose tras de sí y a escondidas (como quien no quiere la cosa) los interrogantes de su precipitada huida.
Y haciendo honor al título y cambiando de tercio, no puedo olvidarme la primavera. ¿Qué os evoca la primavera? A mí me viene a la mente el color azul, las zapatillas de esparto, los vestidos con pliegues azucarados y canciones de Augustana.