martes, 25 de marzo de 2014

Decay











Y ya no deseaba sino quedarse crucificada a la tierra, sufriendo y gozando en su carne el ir y venir de lejanas, muy lejanas mareas;

Y es precisamente allí, en la orilla húmeda, con los pies hundidos en el fango, la piel aterida de frío y los sentidos amordazados por el cambio de estación, donde escucha croar el envejecimiento de su propio cuerpo. Ya no son sus manos las que ayer sostuvieron las de aquel que le robaba el sueño.  Se le agrietan las cutículas, se le doblegan las falanges como alambres maleables, se tiñe el cabello de sus sienes de un gris lápida. Quizás sean esas manos desgastadas, abrumadas por el decaer de un ser vivo, las que escribirán las últimas líneas de su propia elegía. Porque las lamentaciones hacia terceros siempre sonaron insulsas y falsas. No hay nadie que lamente más la muerte que el propio fallecido. En el paso angosto del bosque, observa los guijarros del camino y los maldice en silencio.  Quién fuera piedra, impertérrita y ajena al inexorable paso del tiempo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Pero cierra las puertas de tu rostro



The castle wall has grown so tall

it seems there ain't no hope at all
 to reach the top even though you stop
for breathin'

 But I ain't gonna try to make you cry
the tear drops couldn't find your eyes


It's all been swell, Miss Carousel,
but the time has come for leavin'



Vamos a huir a sitios vírgenes, sitios que no estén manchados por el recuerdo, por si algún día fueron el escenario de algo que desearíamos que nunca hubiese ocurrido, algo que se coló por el infortunio de una casualidad detrás de otra. Y qué desgracia esta del azar, que nos obliga a vivir para luego descomponernos. La acidez de unas palabras que apenas materializaron lo que había enterrado. Que no se pudran ellas, en el silencio de una noche húmeda, bajo tanto abono y tanto miedo de salir a la luz. Que no se ahoguen, que no eche raíz la incertidumbre, que todo lo desgarra. No cavemos nuestra propia tumba bajo un epitafio borroso.   

lunes, 3 de marzo de 2014

Plan de huida




"El alma de un enamorado huele a cuarto cerrado de enfermo, a atmósfera confinada, nutrida por los pulmones mismos que van a respirarla".




La atemorizaba apagarse entre tanta oscuridad cerrada. De consumirse antes de la cuenta, de no ver todos aquellos lugares de los que tanto había oído hablar. Quedarse en un prefacio sin continuación, como la llama de una vela que no llega a quemar el dedo que pasa, como un invierno que apenas enfría y unos copos de nieve que se derriten antes de cuajar. Quería proseguir viajando, alejándose del desgaste que la monotonía infringía en ella. Quién le garantizaba que aquellos pulmones, con tanta sed de vida, no se cansarían algún día de respirar. Hay, al fin y al cabo, un eterno desencanto que invalida la ilusión futura, un regreso incansable hacia el punto de partida.