martes, 25 de enero de 2011

Night terror

Al encontrarla finalmente estaba irreconocible. Tan sola y desvalida como se hallaba, desparramada sobre el frío linóleo que apestaba a muerte y putrefacción. Conservaba intacta la fragilidad de antaño, e incluso la elegancia de un cervatillo que se acurruca entre la hojarasca seca para no ser visto por el depredador. Tenía los labios amoratados, de un púrpura intenso, y un delgado hilo de sangre se le escapaba por la comisura de los labios, simulando ser un afluente de caudal mermado a causa de la sequía estival. Su fino y cobrizo pelo de náyade que tantos elogios había acaparado, ahora no era más que un amasijo de cuerdas deshilachadas del matiz del barro, un embrollo mojado en sudor y vómito. Estaba completamente desnuda, con las clavículas y las caderas más prominentes que de costumbre, así como los pómulos hundidos y los músculos derrengados de tanto forcejear. Los cortes le cubrían cada parte de su piel, desde las zonas más íntimas y recónditas hasta sus finas muñecas de cuarzo; y, a juzgar por el aspecto que tenían, se habían terminado infectando con el paso de las horas al haber sido realizados por cuchillas manchadas de sangre ajena y de filos oxidados.
No recuerdo cuánto tiempo la sostuve entre mis brazos, acallando sus débiles gemidos de auxilio. Tanto la llegué a querer que intenté buscar el odio destinado a los responsables que habían hecho aquello, pero no encontré la rabia ni la cólera por ningún lado. Sólo estábamos ella y yo. Ella semiinconsciente porque la vida se le escapaba paulatinamente, y yo con el corazón henchido de amor, perdido y desbocado, como si al latir tan violentamente pudiera llegar a hacerlo por los dos.

domingo, 9 de enero de 2011

El silencio no es más que el lenguaje de nuestras miradas

Si me encuentras aquí y ahora, en este preciso instante antes de un algo. Y si el cielo es azul ceniza, como el color de tus ojos y como la niebla que rodea nuestras manos, se apaga para siempre, quedándose como el frío metal de la barandilla. Si todo es realmente así, que cuando regresas ya estoy oxidada, con los engranajes crujiendo bajo mi piel y las sonrisas desgarradas. Entonces, si es realmente de este modo y no de otro, ¿qué habrá de cierto en nuestro silencio prolongado?