Demasiada paciencia tendría que abarcar para alcanzar a sentir todo lo que siento. Tantas sonrisas que quizás fueron almas sin futuro, indagando entre pequeños sueños de violetas en polvo y suspiros en seco. Son incontables y abundantes en su mayoría, pero dime tú, ¿para qué yo los querría? Teniéndote a ti, como el rayo de Sol que por la mañana se infiltra en esta rendija empedernida por dar luz y amparar un despertar incierto, como el reflejo de la luna -vanidoso en la superficie, deleitando tus pupilas- que noche fría de invierno obsoleto y desterrado, dio su empeño en ser algo más que una ilusión de velo plateado.
Y es que no te das cuenta, pero quizás tu tiempo ha expirado, ha llegado a un fin nada deseable, y con él, al futuro lo ha ahogado. Eres víctima de luces y sombras que se envuelven con tenacidad, eres producto de desasosiegos y penas en cantidad.
¿Que cuánto hay que pagar por sueños? No son rentables ni vale la pena reparar en su precio, pues cotizaban en bolsa y cada año bajaban un quince por ciento.
Así que deja de aguarme la fiesta, y ven a la reunión de los desamparados, donde el alcohol no existe, ni tampoco guirnaldas ni espumillón. Donde las perspectivas emulsionan con paciencia y con amor, esa paciencia que tanto faltaba, y que hoy; ha tomado parte de esta maldita rebelión.