-Aquí no nieva –suspiré.
-¿Y? Hace frío, y es lo que importa.
-No, porque al frío no se le palpa, sino que simplemente se siente. Así que no podemos fotografiar escenas con la nieve en la ropa de lana, ni con copos enzarzados en el pelo –le respondí mientras jugaba con la manga del pulóver.
-Vaya. Pues fíjate que ahora mismo huelo el frío por todas partes, y la sensación de que está a punto de nevar pero que en el fondo sabes que jamás va a hacerlo.
-¿Y es acaso eso bonito? –inquirí.
-Mucho. Porque el día que nieve, será la primera vez, y las primeras veces no suelen ser las mejores, pero en este caso creo que se hará una excepción. Y si no lo hace, pues nos habremos quedado con la ilusión de que iba a hacerlo algún día, cosa que si ocurre siempre, se da por sentada. ¿A ti te gustan las cosas que se dan por sentadas?
-No, casi nada.
-Ya, a mí tampoco. A nadie le gustan las cosas que se dan por sentadas. No tienen valor alguno.
-¿Y? Hace frío, y es lo que importa.
-No, porque al frío no se le palpa, sino que simplemente se siente. Así que no podemos fotografiar escenas con la nieve en la ropa de lana, ni con copos enzarzados en el pelo –le respondí mientras jugaba con la manga del pulóver.
-Vaya. Pues fíjate que ahora mismo huelo el frío por todas partes, y la sensación de que está a punto de nevar pero que en el fondo sabes que jamás va a hacerlo.
-¿Y es acaso eso bonito? –inquirí.
-Mucho. Porque el día que nieve, será la primera vez, y las primeras veces no suelen ser las mejores, pero en este caso creo que se hará una excepción. Y si no lo hace, pues nos habremos quedado con la ilusión de que iba a hacerlo algún día, cosa que si ocurre siempre, se da por sentada. ¿A ti te gustan las cosas que se dan por sentadas?
-No, casi nada.
-Ya, a mí tampoco. A nadie le gustan las cosas que se dan por sentadas. No tienen valor alguno.