
Creíamos encontrar la calma en el horizonte. Aquella sensación perenne de estar frente a la inmensidad condensada en un efecto óptico. El viento del mediterráneo haciendo estragos en nuestra capacidad de racionalizar todo aquello que nos rodeaba. “Love of mine, some day you will die. But I will follow you into the dark”. Tenía borrascas en las pupilas, pero terminaba secándomelas cuando me prometías que no me embarcaría sola hacia los páramos de la muerte. Sin horizontes. En la muerte no había sitio para ellos, y eso lo sabíamos los dos. Sería casi tan inverosímil como exhumarse a uno mismo. Casi tanto o más.