Abrigos enlazados por Galeriestraße.
Poco importaba encontrarnos a quilómetros de distancia de donde habíamos
abierto los ojos por primera vez. Allí estábamos, respirando un viento más frío
y más húmedo, escuchando voces extranjeras en sintonía con tu piel erizada.
Bebimos bajo la atenta mirada de las flores de invierno, deambulamos entre
epitafios y tumbas derruidas por el paso del tiempo, recitamos a un Georg Trakl
intacto y vívido. Y si dormíamos, era pierna contra pierna, sobre el cofre de
tu pecho. Sosegado y tierno te mecías bajo el árbol desvestido de su traje
primaveral. Y los hermanos del gorrión español canturreaban bajo la bóveda
celeste. Servirnos de la pobre y menguante memoria es un legado cruel, un
estigma de la fecha de caducidad de nuestras almas. El incesante arrullo de las
agitadas aguas del Isar prorrumpía como un constante parloteo en nuestros
oídos. Pero las voces se apagaban una vez poníamos un pie en el Jardín Inglés,
donde las vastas extensiones de hierba parecían proclamar que no había barreras
ni obstáculos. Lo marchito nunca se empieza o acaba. El mundo ha fallecido entre
nuestras manos sin apenas cerrar los puños.
Laß uns vergessen, daß es eine Zeit gibt und zähle die Lebenstage nicht.
Recomendaciones de la semana:
- Libro: Zonas húmedas, de Roche Charlotte.
- Película: La belle personne, de Christophe Honoré.
- Música: Somebody that I used to know, de Gotye.