Podría decir que murió hoy, anteayer o que lo hará mañana. Pero ni siquiera ella está segura del cuándo ni del porqué. Todo ocurrió a velocidad de vértigo, nadie llamó a la puerta para preguntarle si las cosas iban bien.
Sobredosis existencial. Así es como los médicos lo habían denominado. Quiso comerse el mundo, pero sin contar con que éste sabía demasiado amargo. Se lo tomó en ingentes cantidades y se le subió a la cabeza, por lo que terminó perdiendo el sentido de encontrarse en cada momento, con las ganas de abarcar el infinito con ambas manos y con las palmas de éstas demasiado pequeñas como para poder hacerlo.