"El alma de un enamorado huele a cuarto cerrado de enfermo, a atmósfera confinada, nutrida por los pulmones mismos que van a respirarla".
La atemorizaba apagarse entre tanta oscuridad cerrada. De consumirse antes de la
cuenta, de no ver todos aquellos lugares de los que tanto había oído hablar.
Quedarse en un prefacio sin continuación, como la llama de una vela que no
llega a quemar el dedo que pasa, como un invierno que apenas enfría y unos
copos de nieve que se derriten antes de cuajar. Quería proseguir viajando,
alejándose del desgaste que la monotonía infringía en ella. Quién le
garantizaba que aquellos pulmones, con tanta sed de vida, no se cansarían algún
día de respirar. Hay, al fin y al cabo, un eterno desencanto que invalida la
ilusión futura, un regreso incansable hacia el punto de partida.
3 comentarios:
hermoso y evocador. Y el poco de nostálgico que siempre te acompaña.
Saludos, Nahuel
A mí también me da miedo quedarme a medias y no poder seguir avanzando.
(sonrisa de elefante)
La incansable búsqueda de ese algo especial.
Besos y abrazos
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