Creo
que no pensamos en lo que realmente importaba. En si aquella era la vida con la
que habíamos soñado tanto tiempo, si habitábamos la fábrica de ilusiones que se
alimenta de mitos callejeros. Si nos
atrevíamos a ver algo, era a través del cristal empañado de un tren en
funcionamiento. Con las manos frías y las venas calientes. Había miedo en los
poros de nuestra piel, miedo de que un ayer se convirtiese en un hace siglos. Y
qué nos queda si no recuerdos.
1 comentario:
Conciso, hermoso. Siempre vale la pena esperarte.
Saludos, Nahuel.
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