A
veces se siente que, por inercia, el mundo ha dejado de girar. Que se ha
quedado suspendido, como una mota de polvo que se niega a continuar luchando
contra el viento, como una hoja caduca que flota sobre el lago apacible, donde
el rumor del agua apenas se eleva por encima de la propia respiración. Y en esa eterna quietud inquebrantable,
inundan las ganas de contemplar. De ver más allá de los límites que traza el
camino, de atravesar el linde del bosque y atreverse a soñar qué es lo que
esconden los arbustos. Comenzar, de este modo, a olvidar. A olvidar el abismo
que se erige bajo nuestros pies, los escritos inacabados, la taza fría sobre la
mesa y las palabras que nunca se atrevieron a salir de la bóveda de tu paladar.
5 comentarios:
Y que no se atreverán... Tal vez... Saludos, Nahuel
...
me alegra reencontrarte tan especial como siempre
Ese momento es mágico. Siempre trae promesas de que todo puede salir bien.
(sonrisa de elefante)
"A olvidar el abismo que se erige bajo nuestros pies, los escritos inacabados..."
Toda la sensación que transmite el texto la he sentido muchas veces, pero me quedo con ese abismo y los escritos inacabados porque a mí se me acumulan en carpetas y moleskines que van cogiendo polvo en mi estantería y siempre me pregunto: ¿Cuándo acabaré todo esto?
Esa sensación de quietud también la he sentido muchas veces. Sobre todo la media hora antes del atardecer cuando parece que el mundo se para un momento antes de que el sol se mueva deprisa por última vez en el día ante nuestros ojos y se oculte por detrás de las montañas que rodean la casa donde vivo.
La fotografía es genial, me encantan las fotos tomadas desde un coche o el tren.
Un beso, bonita.
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